jueves, 6 de septiembre de 2007

VINCERÓ!!!


Allá por el 94, yo tendría unos 15 años, me levanté una mañana temprano, en la que me lavé como los gatos y me vestí como si huyera de un incendio, para comprar la edición, recién llegada a los comercios, del concierto de los Tres Tenores en los Ángeles. Siempre dije que las maneras de Plácido Domingo, su elegancia y su interpretación eran las que más me gustaban pero, también reconocía que (yo era un chiquillo así que me importa un huevo la opinión de los entendidos) la voz de Pavarotti era, sin duda alguna, la que más me transmitía. A esa edad, me maravillaba de lo que veía. O mejor dicho de lo que escuchaba. Mejor aún, de lo que sentía escuchando. Yo no tenía, ni tengo, formación musical para valorar según qué matices. Pero sobre todo mi admiración venía dada y ofrendada a ese inconcebible cantar sin esfuerzo. Y no me refiero a cantar sin esfuerzo tonadas como el "Patio de mi Casa" o "La cabra, la cabra, la puta de la cabra "sino, por poner un ejemplo famoso, el conocido Nessun Dorma de Turandot. Domingo y Carreras lo hubieran podido cantar, y, de hecho, se lo he escuchado a los dos. No hay tacha para ninguno. Pero cuando lo hacía Pavarotti, yo no sé si en puridad lo haría mejor o peor, a mí me transmitía algo a lo que los demás no llegaban. Y si no es así ¿por qué siempre que lo interpretaban los tres, Carreras y Domingo le dejaban a Pavarotti, en una especie de acuerdo reverencial, que se luciera cantando el emotivo final? No hablo de teoría musical, hablo de sentimientos y emociones que salen a flor de piel en un muchacho de quince años.

Hoy ha muerto el llamado Tenor del Pueblo. Como he dicho antes, utilizaré un sinónimo para que no se repita, me importa un cojón, o dos, lo que digan los entendidos sobre su valía musical. El caso es que ese nombre le hace justicia. Pavarotti acercó la ópera a gente que no teníamos ni puta idea de ópera. A gente del pueblo. A los que no nos sentamos en palcos sino en el gallinero. Y eso no todos los puristas han sabido hacerlo. Gracias a él, gente lega en la materia llegamos a tararear de memoria fragmentos de obras magnas como Nessun Dorma de Turandot (Puccini), Libiamo de la Traviata, La donna e movile de Rigoletto (ambas últimas de Verdi), el Ave María de Schubert o, por qué no, el Granada de Lara.

Será inolvidable su figura en un escenario. Orondo, simpaticón, con un pañuelo en la mano para secarse el sudor y con pinta de rey hebreo. Quitándole hierro, seriedad y solemnidad al espectáculo cuando se lo podía permitir.

Hoy mis pensamientos, mis lágrimas, miles de recuerdos emotivos de miles de momentos y mis letras van para el Tenor del Pueblo… allá donde estés, canta… canta tan alto como jamás lo hiciste: Dilegua, o notte! Tramontate, stelle! Tramontate, stelle! All'alba vincerò! vincerò! vincerò! ...


El Trovador Errante

No hay comentarios: